Cementerio de La Florida


El cementerio es un recinto modesto y de reducidas dimensiones, rodeado por un muro de mampostería con dos hileras de cipreses, una pequeña capilla y una columna conmemorativa de su fecha de creación 1796 y de los enterramientos de los fusilados, erigida por la junta municipal en 1961.

En el interior se hallan los restos de los fusilados, en dos cajones de plomo y zinc situados en una cripta bajo una pequeña capilla y una reproducción en azulejos, inaugurada en 1982, del cuadro los Fusilamientos del  tres de mayo de 1808.

Este pequeño cementerio era utilizado como lugar de enterramiento, dependiente de la cercana ermita de San Antonio, que atendía las necesidades del personal de servicio del cercano Palacio Real y del Real Sitio de la Florida, donde estaba ubicado.

Cuando se desencadenan los sucesos del dos de mayo de 1808, magistralmente descritos por Arturo Perez Reverte en su libro Un Día de Furia, y se producen las detenciones por orden del general francés Murat se establecen por sorteo, entre los detenidos, una serie de personas que serían arcabuceadas y sirvieran de ejemplo al resto de la población civil. Así se realizó en la madrugada del día tres, quedando expuestos los cadáveres nueve días y fueron retirados previa autorización de las tropas francesas por los hermanos de la Buena Dicha y utilizaron las dependencias del Cementerio
cercano que se usaba para los enterramientos del personal de Palacio.



En 1817, al regreso del exilio francés el monarca Fernando VII, establece en estos lugares la Real Fábrica de Porcelanas de la Moncloa sin que el cementerio fuese afectado y en 1837 pasó a gestionar el lugar, con autorización de Isabel II, la Sociedad Filantrópica de Milicianos Nacionales Veteranos, recién formada.

Desde 1931 a 1936 el cementerio cambia de nombre pasando a ser conocido por Cementerio del Coronel Montesinos, militar español que con tan solo 12 años se alistó como jinete, en el ejército del General Castaños para participar primero en la batalla de Andújar y posteriormente en la de Bailén, comenzando una brillante carrera que le llevó a ser conocido como el primer reformador de instituciones Penitenciarias.



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